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Las viejas queridas



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noteolvides nº 2 mayo 2010


María Ester
Homenaje


Me pidieron que escribiera contando el acto de homenaje a Ester Gatti, realizado el 22 de marzo,
y que lo hiciera desde el corazón, sabiendo
que yo no podría hacerlo de otro modo.
Conocí a Ester hace ya 27 años, cuando yo tenía 21.
En todo este tiempo ha sido y es una de las personas
más queridas y entrañables para mí.
Hace un tiempo que Ester, que tiene hoy 92 años, vive en el Hogar San José.
Cuando se mudó allí, lo hizo con algunos
de sus muebles y objetos personales…
y con sus libros. Maestra y profesora jubilada, gran lectora, los libros son uno de sus tesoros. Entonces,
en una habitación colectiva del Hogar que ahora es su casa, instaló con todos ellos una biblioteca para uso compartido de los habitantes del lugar.
Una acción más, de una de las mujeres
más generosas que he conocido.
Un grupo de compañeros pensó que había que hacer una inauguración más formal de la biblioteca y en esa misma instancia homenajear a Ester.
Es probable que no hagan falta explicaciones porque ella es una de las personas más conocidas y respetadas en nuestro país. Pero como la
memoria histórica es corta y tal vez haya jóvenes que no la conozcan, les cuento que fue un homenaje netamente merecido.
En setiembre de 1976 los militares secuestraron e hicieron desaparecer a María Emilia Islas, su única hija, a Jorge Zaffaroni, su yerno y a Mariana, su nietita de apenas un año y medio. Desde entonces la vida de Ester ha sido una constante lucha, siempre desde lo colectivo, en la búsqueda de la verdad y la justicia. Inclaudicable. Permanente.
Digna. Ejemplo y referente de cuál es el camino
a seguir y del que no tendríamos que apartarnos. De
la ética que debería guiar nuestros pasos.
Quiso la vida – que por suerte a veces se pone de nuestro lado– que la fecha del homenaje coincidiera casi mágicamente con el cumpleaños de Mariana.
Mariana, su nieta, a la que reencontró gracias a su incansable búsqueda, nació el 22 de marzo de 1975.
Este año, en esa misma fecha, nos reunimos para festejar tres cosas: la inauguración de la biblioteca, el homenaje a Ester y el cumpleaños que por primera vez Mariana festejaba en la fecha real de su nacimiento.
Ninguna fiesta podría haber sido más importante para Ester que la de compartir el cumpleaños junto a su nieta.
Al salón de actos del Hogar San José llegaron muchas
personas invitadas por los organizadores. La convocatoria
fue acotada dado lo pequeño del lugar y seguramente quedaron
fuera muchos que por uno u otro motivo han estado
cerca de Ester en diferentes instancias. Y si se hubiera organizado
en forma pública habrían concurrido cientos de
personas.
El maestro [José María] Obaldía fue invitado para presentar
la biblioteca. Daniel Viglietti cantó varias canciones,
comenzando con la conocida:- “las cosas que están pasando,
es cosa de no creer. Y yo que estuve esperando, toda
mi vida para verlas…”. Dos compañeras leyeron parte de la
historia de vida de Ester y el por qué de su homenaje.
Ester misma en un momento habló
para los presentes.
Detrás, las fotos de María Emilia y
de Jorge y una suya con Mariana sonriendo.
Aplausos, ramos de flores y mucha
emoción.
Estaba por supuesto su familia.
Sobrinos y sobrinos nietos.
En la primera fila, representantes
de Familiares. Algunas de las queridas “viejas” que han sido sus
 compañeras de tantos años de lucha. Y
entre ellas, el recuerdo de Luz Ibarbourou, que ya no está, pero sigue
estando.
Mucho amor. Mucho respeto. Mucha ternura flotaba en el aire.
Luego Mariana, ante una enorme
torta que decía “Feliz cumpleaños Mariana”, con una sonrisa tímida subió
al pequeño estrado improvisado a apagar la velita, entre los cantos de
todos los que habíamos festejado tantas veces su cumpleaños
cuando no estaba y que hoy la teníamos enfrente, con sus ojos tan bellos. 
Los de aquella hermosa beba que nos miraba desde la foto y que ahora 
estaba allí, convertida en una mujer.
Tanto tiempo. Tanta distancia. Tanto dolor. Y en el simple
gesto de apagar una vela, el recuperar su verdadero
tiempo, su verdadera raíz, su historia, la celebración de
su cumpleaños, casi como un segundo nacimiento.
Para todos los que estuvimos allí, fue un rato de felicidad
y de gran emoción.
Mientras volvía para mi casa, pasaron por mi corazón
muchas imágenes, muchos recuerdos y sensaciones de
infinidad de momentos, que en estos 27 años he compartido
con Ester.
Su fortaleza, su ternura, su generosidad, su humor, su rebeldía,
su carácter fuerte, su solidaridad, su cariño, su apoyo,
sus cuentos, su honda tristeza, sus terribles ausencias.
No dejo de agradecer que la vida, que tan dura ha sido
con ella, le esté dando ahora esta oportunidad.
A veces los sueños, de tanto soñarlos… se cumplen.
Y al terminar este relato, un homenaje a María Emilia, a
la que no conocí pero he aprendido a querer. Finalmente,
su pequeña hija, ha vuelto a casa.
Hay ausencias… tan presentes… n

Escribe: Estela Peri
(Petela)